“Flotando en la ciudad de México”, así es como nuestro anfitrión, Víctor Gamboa, definió esta experiencia. Y sí. No sólo estuvimos flotando sobre una trajinera, sino que también flotamos en el tiempo y el espacio, como si se tratara de una postal del mismísimo Gabriel Figueroa. Libre del ruido y asfalto, con el canto de los pájaros, cielo arriba y cielo abajo, claroscuros y un vaivén que te arrullaba sutilmente.
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Y es que estos canales han visto pasar el tiempo, son de los pocos vestigios del México Antiguo, y a pesar de que la mancha urbana se ha extendido vorazmente, Xochimilco aún resiste. Proyectos de agro-ecoturismo como Arca Tierra han permitido a las chinampas regresar a su función original, y nos permiten tener una pequeña probadita de ese México que flota en la ciudad y el tiempo.
La cita fue a las 6 de la mañana y, contrario a lo que el cuerpo dicta (seguir durmiendo), nos aventuramos a esta experiencia. Por más de media hora nos adentramos en canales ocultos; esos canales a los que los turistas no tienen acceso, una parte inexplorada para cualquier persona que presume de haberse echado “unas chelas en las trajis”. El objetivo: ver el amanecer. Poco a poco el sol fue saliendo, el cielo se fue tiñendo, la ciudad y las montañas se fueron revelando y, bajo las palabras de Víctor, pudimos disfrutar “la salida del güero”.
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La cereza del pastel fue sin duda el desayuno a cargo de Tierra Adentro Cocina. La recepción con pan dulce y sus clásicos cerditos con piloncillo ya anunciaban el inicio de una comida ejemplar. Así como los canales nos pueden transportar al México antiguo, los chefs Mane Rivera y Aldo Saavedra nos dan un viaje por los estados mexicanos con cada uno de sus platillos.
Empezamos en tierra caliente con un mole con mango, seguido por un tamal tonto tlaxcalteca —prueba irrefutable de que Tlaxcala sí existe—, luego pasamos por Colima con un chilayo y culminamos con una tarta de albahaca y maracuyá. En cada uno de los platillos pudimos ver y saborear productos de la chinampa. ¡Qué mejor final que saber que lo que consumes se ha cosechado ahí mismo!
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Poco a poco el flotar en el tiempo se agotaba, no sin antes ver a cientos de aves a lo largo de nuestro regreso. Sin duda es una experiencia por la que vale la pena no hacerle caso al cuerpo para “seguir durmiendo cinco minutos más”.
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