La comida de este restaurante, creada por el chef Marco Cruz, no es de una región específica. Su espíritu es más lúdico, un juego entre productos y sabores que aterrizan en una propuesta contemporánea con ingredientes mexicanos.
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Los platillos se caracterizan por tener un toque goloso, como es el caso del pulpo con chimichurri, kale, papas, coles de bruselas y un toque de chorizo crujiente. Otro ejemplo es el cremoso risotto de huitlacoche con queso grana Padano, queso de cabra y aceite de chile serrano, acompañado de un pan hecho en casa para limpiar el plato.
La nota dulce, a cargo de Sofía Antillón, sigue la misma línea con una interacción entre sabores mexicanos en presentaciones innovadoras, para muestra el mil hojas de piloncillo que encuentra balance con la acidez de un puré de cítricos y litchi y un fresco sorbete de guayaba.
En un día soleado, es casi imposible dejar pasar la oportunidad de comer en las mesas exteriores, pero el interior con sus techos altos y paredes originales que reflejan la esencia de la majestuosa casona en la que te encuentras también es encantador. Las cómodas sillas y locación privilegiada van bien con uno de los cocteles del menú diseñado por Mica Rosseau. Si llega la noche y te quedaste con ganas de seguir, sube al segundo piso, en donde se encuentra Musak, un high-fi listening bar que pertenece al mismo grupo.
Dirección: Tonalá 171, Roma Norte, CDMX
Precio promedio: $600 por persona.
