Dieciséis años en Francia y un don natural en los sentidos la convirtieron en un genio de la vitivinicultura. Llegó a México en 2015 para hacer los vinos de Henri Lurton durante cinco añadas y en 2019 la sedujeron para dar el salto a Bruma donde, hoy en día, produce 13 etiquetas entre Vino de la Casa, Plan B, Ocho y Bastardo. Muy pronto, las burbujas formarán parte de este elenco.
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Su intención era ser embajadora, por eso fue a Francia a estudiar francés, y fue allí donde empezó a probar y apreciar el vino. “El abuelo de la familia con la que vivía compraba cada domingo un vino diferente que decantaba y yo tenía que adivinar la añada, el varietal o la región para que cada semana comprara una botella más cara, así empecé a estudiar y él me animó a entrar en la facultad de Enología de Burdeos”.
“Hago vinos adaptados a la cocina de David y al producto y clima locales, por eso elaboro más blancos y rosados que tintos”. Con esta sentencia Lulú Martínez (Ensenada, 1983) deja claro que ella es diferente. Actualmente la bodega elabora sus vinos con un 70% de uva blanca recolectada en San Vicente y el resto en Valle, fabrica 25,000 cajas al año y 40% se exporta a Estados Unidos.
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Sus vinos son ligeros, elegantes, pulidos, alejándose del excesivo uso de barrica. “La barrica era la excusa para cobrar el vino caro, llegando incluso a usar doble barrica de madera nueva, pero hoy volvemos a hacer algo más natural, recordando que el vino es agricultura: uva. En México hemos evolucionado mucho, estamos en una segunda generación de enólogos que se han formado en Australia, Italia, España y que están proponiendo cosas diferentes e ideas nuevas. Ahora lo que necesitamos es salir al extranjero”.
Su vino consentido es el Ocho Rosé (sangiovese 100% de corta maceración), ya que fue el primer vino que hizo en Bruma y que The French Laundry escogió para servir por copeo.
Cuando hablamos de la mujer y el vino Lulú se emociona: “Me tocó vivir situaciones sexistas en Francia increíbles, hasta el punto de prohibirme entrar a una cava por tener la regla. Sin embargo, en México siempre me han respetado porque no hay un historial de enólogos, así que a todos les da igual quién hace el vino. Aquí jamás me he sentido incómoda porque no hay tradición ni peso social”.
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Con dos hijos, Lulú se enfrenta a una doble moral en el sector cuando la juzgan por no ser madre a tiempo completo. “Yo tengo muy claro que el tiempo que paso con mis hijos es de calidad y me encanta que vean que tienen una madre que trabaja. Es muy bonito que México celebre el éxito femenino, pero ya hay que normalizarlo”.
Lulú sigue creando comunidad con su entorno, incentivando la unión de todos los que forman el Valle de Guadalupe y apoyando a las nuevas generaciones que llegan de horizontes muy diferentes y que tienen claro lo que es un vino natural, los que son las añadas, las características de un vino español o francés y, sobre todo, que entienden que beber vino mexicano es cool.
“Las nuevas generaciones valoran más comer fuera y quieren vinos más frescos, menos alcohólicos, sin azúcar residual y que respondan a la sustentabilidad”.
Instagram:@brumavinicola
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