Dom Pérignon se rodea de personajes icónicos en su estrategia de lujo global

Dom Pérignon lanza “Creation is an eternal journey”, un proyecto donde el champagne se convierte en arte, y figuras como Zoë Kravitz, Tilda Swinton o Iggy Pop exploran la creación desde lo íntimo.

No es nuevo que el lujo coquetee con el arte, pero cuando Dom Pérignon lo hace, no hay improvisación. Lo suyo no es la estrategia comercial disfrazada de cultura, sino una declaración estética bien pulida. Bajo el título “Creation is an eternal journey”, la maison de champagne más mítica —con permiso de Krug— se embarca en su enésimo capítulo creativo. Y sí, lo hace rodeándose de un séquito que podría montar su propia Bienal de Venecia.

Najwa Nimri



Porque si algo tiene claro Dom Pérignon es que el champagne no solo se bebe: se proyecta, se transforma, se convierte en símbolo. Desde 1668, cuando el monje Dom Pierre Pérignon se propuso “crear el mejor vino del mundo”, la firma no ha soltado esa bandera. Cada millésime es una obra de arte, pensada como una sinfonía en busca de la armonía absoluta. Y en esa búsqueda, el tiempo no importa, pero el relato sí.

Una constelación hecha de nombres y apellidos

El nuevo capítulo incluye a Zoë Kravitz, Clare Smyth, Tilda Swinton, Takashi Murakami, Iggy Pop, Anderson Paak y Alexander Ekman. Referentes de la actuación, de la cocina, de la música, del baile o de la comunicación.

Un casting que parece salido de la mente de un comisario de arte contemporáneo con presupuesto ilimitado.

Zoë Kravitz y Vincent Chaperon

¿El hilo conductor? La creación. Pero no la fácil, sino la que se cocina a fuego lento. Esa que suda dudas, que tantea la forma, que se asoma al abismo y vuelve. En el centro de este proceso, la cámara de Collier Schorr, que retrata a estos artistas no posando, sino pensando. A ratos etéreos, a ratos intensos, como si el champagne le llegara a cada uno al fondo de su alma.

Botellas de Dom Pérignon que parecen pensar

En las fotos en blanco y negro, los creadores parecen detenidos en un momento de introspección. En las de color, Dom Pérignon aparece en escena sin invadir: como un objeto sagrado, una extensión del gesto creativo. Nada de copas alzadas ni brindis falsos. Aquí la botella no se celebra, se contempla.

Lo que Dom Pérignon propone no es una colaboración al uso. Es un recordatorio de que el lujo verdadero no es solo consumo: es visión, legado y estética. Que una copa de su champagne no es el final de una celebración, sino quizás el principio de una idea.

@domperignonofficial

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